lunes, 30 de mayo de 2011

las 7 leyes espirituales del éxito.

Antes de definir las siete leyes espirituales, es preciso comprender el concepto de ley. Una ley es el proceso por el cual se manifiesta lo que no se ha manifestado; es el proceso por el cual el observador se convierte en el observado; es el proceso por el cual el que contempla se convierte en paisaje; es el proceso a través del cual el que sueña proyecta el sueño.
Toda la creación, todo lo que existe en el mundo físico, es el producto de la transformación de lo inmanifiesto en manifiesto. Todo lo que contemplamos viene de lo desconocido. Nuestro cuerpo, el universo físico - todo lo que podemos percibir por medio de los sentidos - es la transformación de lo inmanifiesto, lo desconocido e invisible en lo manifiesto, lo conocido y lo visible.
El universo físico no es otra cosa que el yo plegado sobre sí mismo para experimentarse como espíritu, mente y materia física. En otras palabras, todos los procesos de la creación son procesos por medio de los cuales el yo o la divinidad se expresa. La conciencia en movimiento se manifiesta a través de los objetos del universo, en medio de la danza eterna de la vida.
La fuente de toda creación es la divinidad (o el espíritu); el proceso de creación es la divinidad en movimiento (o la mente); y el objeto de la creación es el universo físico (del cual forma parte nuestro cuerpo). Estos tres componentes de la realidad - espíritu, mente y cuerpo, u observador, proceso de observación y observado -
son básicamente la misma cosa. Todos provienen del mismo sitio: el campo de la potencialidad pura, puramente inmanifiesto.
Las leyes físicas del universo representan en realidad todo este proceso de la divinidad en movimiento o de la conciencia en acción. Cuando comprendemos estas leyes y las aplicamos en nuestra vida, todo lo que deseamos puede ser creado, porque las mismas leyes en que se basa la naturaleza. para crear un bosque, o una galaxia, o una estrella o un cuerpo humano, pueden convertir en realidad nuestros deseos más profundos. Ahora veamos las siete leyes espirituales del éxito y la manera de aplicarlas en nuestra vida. Deepak Chopra.

sábado, 28 de mayo de 2011

MIXTURA: Tenga un hijo varón. Conozca a las personas por su letra.

¿SABE DE QUE MANERA INFLUYE LA LUNA EN LA LA VIDA DEL SER HUMANO?... LEA ESTE ARTÍCULO Y LO SABRÁ.
La Luna al igual que los demás planetas conformantes del sistema planetario solar influyen poderosamente en la vida y costumbres del ser humano y de todo ser vivo que puebla la tierra.
La luna, por su proximidad y por su movimiento de traslación tan rápido influye en forma más decisiva y determinante que los otros cuerpos celestes de nuestra galaxia.

CÓMO TENER HIJOS VARONES
La Luna influye en la concepción del nuevo ser humano. Si esta se realiza alrededor de plenilunio, el nuevo ser concebido será varón; si se realiza alrededor de novilunio será mujer. Si se copula en novilunio o plenilunio o un día antes, y en cuarto creciente o cuarto menguante, se corre el riesgo de procrear hijos con deformaciones o taras hereditarias, debido a que en estos días se produce lo que se llama atipia espermática o malformación de espermatozoides.

HEMORRAGIAS
Las enfermedades dejan más fuertemente su sintomatología, y debido a su permeabilidad molecular que presentan los seres vivos es que hay tendencia a las hemorragias, especialmente en novilunio o plenilunio, por lo que se recomienda no realizar operaciones quirúrgicas.

CORTE DE CABELLO

Si el corte de cabello se realiza en 4to. Menguante (fase descendente) crece lento, fortificado y con tendencia a mermar la caída del cabello.
Si el corte, se realiza en cuarto creciente (fase ascendente) crecerá rápido, debilitado y con tendencia a partirse por las puntas.

IRRITABILIDAD
En novilunio o plenilunio o tres días antes o después, los seres humanos se hipersensibilizan, volviéndose más depresivos, agresivos e irritables. Tómelo en cuenta.

SOBRE LA ESCRITURA
Sabía usted que la avaricia, la disipación , la desconsideración, la amabilidad, la alegría y la tristeza de ánimo , la fortaleza y la debilidad de carácter pueden reflejarse en los movimientos correspondientes a la escritura?
Cuando en un escrito aparecen las letras minúsculas , especialmente u,m,n,w,v, etc, redondeadas por arriba, de modo que los trazos y perfiles se unen mediante arcos cerrados, se dice que es una escritura en arcadas o arcos; si , por el contrario, los arcos se hallan abajo, llámase escritura en guirnalda.
La escritura en guirnalda permite inducir un carácter amable y atrayente en su relación con otras personas.
La escritura en arcada es propia de hipócritas y lisonjeros, quienes se humillan especialmente ante personas que pueden serle útiles. Expresa falta de veracidad.
Personas adultas que presentan una caracterizada escritura en arcadas son cautelosas, reservadas, especialmente con personas extrañas. En el trato se muestran con, gran frecuencia, amables y cariñosas con lo que tienden a despistar.
Un punto detrás del nombre denota previsión y hasta desconfianza. El subrayar la firma da a entender cierto orgullo del nombre, y si la raya es vigorosa puede manifestar fuerza de voluntad.
Desconfianza y astucia serán de suponer cuando el último rasgo del nombre es utilizado para trazar una especie de elipse que envuelve la totalidad o por lo menos la mitad del nombre.
Si junto a las últimas letras de la firma se añade un rasgo en forma de látigo, podrá sospecharse con motivo un carácter inclinado a la lucha y a la defensa..
Hasta pronto. ESPERO LE HAYA GUSTADO

viernes, 20 de mayo de 2011

LOS HIJOS DEL GENERAL

junio-julio 2006

Fernando Gualdoni

Al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, al dirigente nacionalista peruano Ollanta Humala y al ex mandatario ecuatoriano Lucio Gutiérrez los une su pasado militar y golpista y el mismo abrazo a las ideas de Juan Velasco Alvarado, el general que instauró una dictadura de izquierdas en Perú entre 1968 y 1975.

Heredero: el venezolano Hugo Chávez, fiel seguidor de la ideología velasquista.

Traidor: el ex presidente de Ecuador, Lucio Gutiérrez, ha abjurado del velasquismo.

Pródigo: el peruano Ollanta Humala modera en ocasiones su herencia velasquista.


Tenía 21 años, estaba en el último año de Academia [Militar] y ya andaba con una clara motivación política. Para mí fue una experiencia emocionante vivir como muchacho militar la revolución nacional peruana. Conocí personalmente a Juan Velasco Alvarado. Una noche nos recibió en el Palacio [de Pizarro] a los militares de la delegación venezolana y nos regaló un librito [La Revolución Nacional Peruana]. Yo lo guardé toda la vida hasta el día de la rebelión del 4 de febrero, cuando me quitaron todo. El manifiesto revolucionario, los discursos de aquel hombre, el Plan Inca [plan de Gobierno], me los leí durante años. Y, en aquel viaje, conversé sobre todo con la juventud militar peruana, allí entre las muchachas, la fiesta, el desfile de Ayacucho". La anécdota pertenece al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y se la cuenta a su admiradora, la psicóloga y periodista chilena Marta Harnecker, en una larga entrevista que se convertiría en el libro Hugo Chávez: un hombre, un pueblo.

Lo que cuenta sucedió en 1974, cuando Chávez formó parte de un grupo de cadetes de varios países latinoamericanos que viajaron a Perú para participar en la celebración del 150º aniversario de la batalla de Ayacucho, aquella en la que el delfín de Simón Bolívar, el mariscal Antonio José de Sucre, selló la independencia peruana de la Corona española. El pequeño libro que le regaló Velasco, que el mandatario venezolano alguna vez describió como similar de tamaño al de las citas de Mao Zedong pero de color azul, estuvo en todos los maletines que acompañaron a Chávez hasta que lo extravió en 1992, cuando fue arrestado en Caracas tras la asonada que encabezó contra el entonces presidente Carlos Andrés Pérez.

Una vez presidente, tras las elecciones de 1998, Chávez no sólo nunca se aleja de la ideología velasquista, sino que llega a tener entre sus allegados a uno de los asesores del general peruano: Norberto Ceresole. Polémico desde todo punto de vista, este sociólogo argentino fue uno de esos personajes siniestros de los que nunca se supo muy bien de qué lado estaba en realidad. Además de haber vivido en Perú durante la dictadura de Velasco, se sabe que residió y trabajó en la Unión Soviética, se le vinculó a grupos tanto de extrema izquierda como de derecha latinoamericanos, y publicó textos claramente antisemitas. En la biografía Hugo Chávez sin uniforme se cuenta que el mandatario y Ceresole "se conocieron en Buenos Aires en 1994" y que "los presentó una periodista argentina que trabajaba como corresponsal de un diario mexicano". Los autores, Cristina Marcano y Alberto Barrera, también recogen la creencia generalizada de que fue el sociólogo quien sembró en Chávez, en los albores de su mandato, la "teoría de que, sustentándose en la unión del Ejército y del pueblo en un movimiento cívico-militar, justifica la necesaria concentración de poder en un solo jerarca". Esta idea, que Ceresole desarrollaría más tarde en el libro titulado Caudillo, Ejército, Pueblo. La Venezuela del presidente Chávez, llegó a provocar la división teórica del chavismo durante los primeros pasos de la revolución bolivariana, en 1999. Durante ese año coexistieron el llamado chavismo militarista, representado por el ex asesor velasquista, y el democrático, enarbolado por el ministro de Exteriores José Vicente Rangel. Chávez terminó cansándose de Ceresole y le invitó a abandonar Venezuela. En 2003, el sociólogo murió en Buenos Aires.

En marzo pasado, durante un mitin de Ollanta Humala en la ciudad peruana de Tacna, situada a tiro de piedra de Chile, uno de los viejos reservistas (ex militares) que guardaban las espaldas al dirigente nacionalista juraba que había conocido a Chávez junto a otros cadetes de Colombia y Ecuador en 1974. Lo decía con orgullo, el mismo con el que recordaba su paso por el Ejército peruano durante los años de Velasco y con el mismo sentimiento que le había llevado a unirse a los seguidores de Humala. El comandante peruano apenas tenía cinco años cuando el general izquierdista Velasco Alvarado derrocó al Gobierno democrático del presidente Fernando Belaúnde Terry y 12 cuando éste fue a su vez depuesto por otro golpe militar, en este caso de derechas, encabezado por el general Francisco Morales.

Ollanta Humala lo aprendió todo sobre Velasco de su padre Isaac, un viejo militante comunista que comparte las ideas nacionalistas del general, la nostalgia por la grandeza del imperio inca, así como su exacerbado sentimiento antichileno, derivado de la rivalidad histórica que los dos países mantienen desde la guerra del Pacífico de 1879-1883, tras la que Perú perdió la región sur de Tarapacá y su aliado, Bolivia, la salida al mar. "Mi hijo hará nacionalismo velasquista", llegó a declarar la madre de Ollanta, Elena Tasso, al diario Expreso de Lima durante la reciente campaña política, unos días antes de que el propio dirigente, que se considera ajeno a las creencias de sus padres, los visitara después de mucho tiempo para pedirles que fueran más cautelosos con sus declaraciones a la prensa. No obstante, si Humala pidió prudencia a sus padres no fue para que no le tildaran abiertamente de velasquista. Él no niega la influencia de este régimen de los 70 en su plan político.

En la página 67 del programa de gobierno que el partido Unión por el Perú (UPP) presentó para las recientes elecciones, cuando se habla del "fracaso de la república aristocrática", se explica que el "Estado oligárquico, colonial, excluyente y centralista es desmontado por las reformas iniciadas por el Gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas, presidido por el general Juan Velasco Alvarado. Pero no llega a ser liquidado totalmente por la insuficiencia de las fuerzas intelectuales, políticas y culturales que asumieron la tarea de profundizar el proceso de reformas estructurales". El texto levantó ampollas en Perú, ya que el régimen de Velasco nacionalizó el sector petrolero, la banca, la minería y la prensa, además de iniciar la mayor reforma agraria del continente después de la cubana, entregando unos cinco millones de hectáreas a los campesinos. Entre todas esas tierras estaban las de la familia Humala. Sobre esto, a Elena Tasso se le atribuye la siguiente frase: "Con la expropiación no nos resentimos; si los campesinos se lo merecen y lo necesitan, que lo tengan ellos".

"Efectivamente, el velasquismo es, en el caso de Ollanta Humala, un elemento que viene de su familia. Su hermano Antauro también se ha declarado velasquista y creo que el elemento que ellos reivindican, como lo hace Chávez, es el nacionalismo militar", explica Nelson Manrique, catedrático de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. "Aunque al régimen de Velasco se lo calificó de bonapartista, yo prefiero caracterizarlo como un populismo tardío [inspirado en gobiernos como el de Lázaro Cárdenas en México (1934-1940) o el de los dos primeros mandatos de Juan Domingo Perón en Argentina (1946-1955)] que buscaba modernizar una sociedad peruana que tenía elementos profundamente arcaicos aún en los 60 (…). El problema ahora es si un proyecto semejante, que se pensaba era viable en los 60, puede serlo actualmente, sobre todo si no se tiene petróleo, como lo tiene Chávez en Venezuela", añade Manrique, que tuvo entre sus alumnas a Nadine Heredia, esposa de Ollanta.

Humala se desmarcó durante la campaña del pensamiento de su padre y de las reformas radicales, y aseguró que su proyecto de "nacionalización" no supone la apropiación de los bienes privados, nacionales o extranjeros, sino un aumento de la participación pública en los sectores clave de la economía, como el energético y el transporte aéreo y marítimo. También prometió que jamás intervendría en los medios periodísticos. A pesar de que Humala ha intentado moderar su discurso velasquista, comparte con su mentor la idea de que las Fuerzas Armadas —en su caso, los ex militares aún no corrompidos por el poder político— están llamadas a reformar la sociedad para erradicar la injusticia social y, al mismo tiempo, reconstruir un país fuerte y soberano.

Este último sentimiento no puede ser más fuerte en Tacna, la ciudad ocupada por las fuerzas chilenas que en 1929 decidió mediante un referéndum volver a ser peruana. Desde un regimiento cercano a esa urbe, en octubre de 2000, Humala, al mando de 69 soldados, se levantó en armas contra el ex presidente Alberto Fujimori. En ningún otro lugar de Perú el teniente coronel retirado podía encontrar un campo tan propicio para renacer como político nacionalista y ello, paradójicamente, se lo debe a Velasco Alvarado. En 1970, el general comenzó a aumentar el número de efectivos militares en el sur hasta duplicarlos, y compró cientos de tanques y otras armas soviéticas que destinó a la zona. Con estos indicios, el Ejército chileno se preparó para una invasión de Arica, lo que provocó que ambos países vivieran entre 1973 y 1975 la mayor crisis limítrofe en casi cien años. Humala ha sabido canalizar todo ese ardor patriótico que permanece abiertamente intacto en la población y tras los muros del gran número de cuarteles del desértico sur de Perú.

El ex presidente de Ecuador, el coronel retirado Lucio Gutiérrez, llegó al poder por el mismo sendero que abrió Chávez y por el que Humala ha empezado a andar. Se dio a conocer encabezando un fallido golpe de Estado contra el presidente Jamil Mahuad en 2000 y, tres años después, alcanzó la presidencia a través de las urnas y con el apoyo de las comunidades indígenas y la izquierda ecuatoriana. Con el dirigente nacionalista peruano también comparte su origen mestizo, algo que a Gutiérrez le sirvió mucho para ganar apoyo popular en un país que, desde el restablecimiento de la democracia a mediados de los 70, sólo había tenido presidentes blancos de ascendencia española o libanesa. Ideológicamente, el coronel es más difícil de "encasillar" que sus vecinos de Venezuela y Perú. Llegó al poder con un discurso similar al de Chávez y Humala, pero una vez asentado en el Palacio de Carondelet giró a la derecha y los mismos movimientos sociales que lo habían encumbrado se encargaron en 2005 de expulsarlo.


Gutiérrez, que en tres años pasó de declararse admirador de Hugo Chávez a culparlo de su destitución, no termina de aclarar por qué su Gobierno cambió de rumbo. A partir de su libro El Golpe, presentado en Bogotá a finales de 2005, parece querer retomar el discurso populista que lo llevó al poder. En el texto, el ex presidente arremete contra las clases media y alta ecuatoriana y contra los grupos con "intereses oscuros". Asegura, además, que en la rebelión contra él no participó "el pueblo". Este mensaje parece una vuelta de Gutiérrez a su discurso original, plasmado en aquella carta que le envió en 1999 al jefe de las Fuerzas Armadas de Ecuador, general Carlos Poveda Mendoza, en la que proclamaba el retorno de los militares a la gestión del país a través de una "revolución democrática" y desde un "diálogo cívico-militar" con un perfil nacionalista y antioligárquico.

Un año después, el coronel se califica por primera vez a sí mismo como un "ferviente" admirador del movimiento bolivariano y se inscribe en la lista de seguidores de militares de izquierda como Velasco Alvarado, el panameño Omar Torrijos (que logra que el Gobierno de EE UU devuelva el canal), el boliviano Juan José Torres y, sin ir más lejos, del general Guillermo Rodríguez Lara, el máximo exponente ecuatoriano del movimiento. Este dictador, en el poder entre 1972 y 1976, también tuvo como objetivos la reforma agraria, el control estatal del petróleo y el sometimiento de la oligarquía al poder popular. "La doctrina militar peruana reforzó la de sus pares ecuatorianos, que iban en el mismo sentido, teniendo como referencias a las teorías de la construcción de una nación (nation building theory) y de la modernización. El fin era romper las barreras sociales y económicas para permitir que todos los habitantes se convirtieran en ciudadanos", explica Fernando Bustamante, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad San Francisco de Quito.

Chávez, Humala y Gutiérrez, los hijos de Velasco Alvarado, comparten en su retórica la teoría de la reconstrucción de una nación, no necesariamente como respuesta a la devastación de una guerra, sino a la "descomposición" del Estado tras años de mala gestión y corrupción, un escenario bastante extendido en América Latina. Los tres ex golpistas reconvertidos en políticos representan lo que el abogado y profesor de la Universidad de Lima, Enrique Ghersi, definió en un artículo como el tercer militarismo latinoamericano apadrinado por Fidel Castro. El primer militarismo, según Ghersi, "transcurre después de las guerras de independencia y ocupa casi todo el siglo XIX". El segundo, "aunque nace en distintos momentos, según cada país, conjuga progresismo con la doctrina de la seguridad nacional" y va de Getulio Vargas en Brasil y Juan Domingo Perón en Argentina a Augusto Pinochet en Chile. Este neomilitarismo heredero de Velasco se caracteriza, según el autor, por su "profunda enemistad con la sociedad democrática y la economía abierta", y porque "tiene un acento populista pronunciado y una peligrosa dosis de infiltración comunista". "En el fondo", concluye, "lo que representa es el descontento popular que existe contra la política democrática en Latinoamérica".

El ex sindicalista cocalero y actual presidente de Bolivia, Evo Morales, no fue militar ni intentó llegar al poder mediante un golpe de Estado. No es hijo directo de Velasco, pero sí de su discípulo Hugo Chávez. Con la venia del mandatario venezolano ya ha nacionalizado los hidrocarburos y ha dado los primeros pasos para acometer una gran reforma agraria.

De momento, en la escena latinoamericana no se vislumbra una figura emergente del corte de los dirigentes andinos. No obstante, sí es notable el empeño del presidente Chávez por ayudar al Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), encabezado por Daniel Ortega, a recuperar el poder en Nicaragua en las elecciones previstas para noviembre próximo. El veterano líder guerrillero ya fue presidente entre 1985 y 1990 y su mandato, marcado por el permanente enfrentamiento con EE UU, acabó en medio de una gran crisis económica y política tras el intento de implementar un sistema inspirado en el socialismo cubano. Fue derrotado en las urnas por Violeta Chamorro y, desde 1997, la presidencia nicaragüense siempre ha estado en manos de los conservadores. Ahora Ortega ha vuelto de la mano de Chávez y parece más seguro que nunca de que logrará un segundo mandato. La negociación por parte del Gobierno venezolano de un acuerdo para suministrar petróleo a decenas de municipios gobernados por los sandinistas y la anunciada creación de una compañía petrolera denominada Alba Petróleos de Nicaragua con aportes de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA) han puesto en guardia a Washington, que mira impotente cómo la revolución bolivariana gana terreno en su patio trasero.


martes, 17 de mayo de 2011

PONTE LA CAMISETA DEL PERÚ

AL VOTO BLANCO O VICIADO DILE NO.

Lo que sigue es el resultado de mis conversas conmigo mismo, entre mis adentros y yo. Mi intención no es obligarlos a nada que ustedes no quieran hacer. Simplemente pretendo sacar a flote algo que me carcome por dentro, algo que quema las entrañas y que me revuelve el alma cada vez que veo en alguien la manifestación pura de la indiferencia hecha carne, la irresponsabilidad hablando o caminando y la falta de compromiso para con nosotros y la sociedad, cada vez que de sufragar se trata.

Tal como lo dice el título, el tema de hoy tiene que ver con el voto blanco o viciado, y sobre la forma como van a cumplir su deber como ciudadanos.

Al respecto, diré que muchos van a las urnas solo para cumplir con la ley, votan por votar y votan por cualquier candidato o por el que en ese momento se le vino a la mente o por aquel que le dijeron que marque, sin haberlo meditado antes.

Algunos, no todos, deciden votar en blanco; otros, optan por viciar el voto, marcando varios candidatos o escribiendo en la cédula mensajes de desaprobación.

Muchos de ellos, dicen que votarán en blanco o viciado, por que según dicen, salga quien salga, en nada les va a afectar, pues todo seguirá igual y por que todos son unos rateros, o ninguno merece ser presidente.

Algunos, dicen que votaran en blanco por que tienen la ilusa esperanza de forzar la nulidad de las elecciones. Otros votarán en blanco, o viciado, según escuchamos en los medios, por que no necesitan de nadie para salir adelante, pues siempre tendrán que seguir trabajando para conseguir su sustento. Sobre estos últimos, sobre los votos en blanco y viciado versarán estas reflexiones. Creo que nadie, con diez dedos de frente, estará de acuerdo con este tipo de actitudes. Considero que se trata de elegir al futuro presidente de la República y para ello debemos hacerlo no con el corazón ni con el hígado, sino con el cerebro, la razón. Los resentimientos y los prejuicios no conducen a nada bueno, solo nos hacen tomar decisiones aparentemente verdaderas, que en el fondo simplemente son falacias. Debemos tener en cuenta que los políticos son los especialistas de la falacia y la demagogia, quienes siempre están mintiendo y prometiendo cosas que tal vez nunca puedan cumplir.

Por eso, es que debemos reflexionar para no dar nuestro apoyo a quien no lo merece. Se trata de ejercer nuestra ciudadanía, de ser auténticos ciudadanos y no ciudadanos de cuarta categoría que solo van a las urnas a votar en blanco o viciado. El domingo 5 de junio demostremos nuestra cultura cívica, demostremos que queremos a nuestro país. No nos desentendamos. No nos retraigamos, cual personas que creemos que todo está perdido sin haber la lucha empezado. No seamos como el avestruz, que para desentenderse de sus problemas, es decir para esconderse y olvidarse de sus perseguidores, mete la cabeza en un hoyo, creyendo que ya nada ni nadie la podrá tocar. No seamos como ella, asumamos la responsabilidad de elegir, tal vez nos equivoquemos al elegir, pero al menos tendremos la satisfacción de haber hecho lo correcto.

Bueno, si de clasificarlos se trata, aquí encontramos a los ilusos extremistas que quieren la nulidad del proceso, y que quizás después de las elecciones se unan a los perdedores para decir que hubo fraude con el único propósito de crear caos. También encontramos a los desentendidos y resentidos, que creen que al no votar les hacen daño a los candidatos. A los únicos que hacen daño es a sí mismos, por no ejercer su ciudadanía responsablemente; al dejar que otros decidan por ellos.

Otro grupo es el de los que creen que solo con sus fuerzas saldrán adelante, que no necesitan de nadie. No creo que esto sea totalmente cierto, por cuanto las decisiones que tomen los gobernantes, las leyes que dicten y las políticas que implementen, no solo son para los que votaron por el candidato electo, sino que es para todos. Quiérase o no reconocerlo, nos afectará, por que con esta actitud de blanco o viciado, solo se estará dejando que salga de presidente aquel que de alguna manera puede complicarnos la vida, pues tal vez mañana , las cosas cambien y no se pueda trabajar con las libertades que hoy tenemos, que tengamos que pagar más impuestos, no solo los que ya lo hacíamos, sino también los que nunca hemos pagado nuestros tributos. Bueno, la pelota está en vuestra cancha, si quieren estatismo, controlismo, ya saben por quién deben votar. Si quieren más de lo mismo, también. Pero, de ninguna manera dejen de ejercer el derecho a elegir presidente.

Antes de terminar, quiero decir que también hay personas que prefieren votar en blanco o viciado por que no están de acuerdo con el sistema, y por que también no quieren comprometerse con nadie ni con nada, pues tienen miedo de asumir la responsabilidad de sus actos., y que cual Pilatos se lavan las manos, y dicen yo no fui, yo no voté por el o ella. Eso tiene un nombre y se llama cobardía, irresponsabilidad, mediocridad. Se valiente vota Por Keiko Fujimori o por Ollanta Humala, pero vota, no te niegues ti mismo, ni a tu familia, el derecho a elegir. No dejes que otro decida por ti.


EL CLIMA DE LA MEDIOCRIDAD de JOSÉ INGENIEROS

I. EL CLIMA DE LA MEDIOCRIDAD

En raros momentos la pasión caldea la historia y los idealismos se exaltan: cuando las naciones se constituyen y cuando se renuevan. Primero es secreta ansia de libertad, lucha por la independencia más tarde, luego crisis de consolidación institucional, después vehemencia de expansión o pujanza de energías. Los genios pronuncian palabras definitivas; plasman los estadistas sus planes visionarios; ponen los héroes su corazón en la balanza del destino.
Es, empero, fatal que los pueblos tengan largas intercadencias de encebadamiento. La historia no conoce un solo caso en que altos ideales trabajen con ritmo continuo la evolución de una raza. Hay horas de palingenesia y las hay de apatía, con vigilias y sueños, días y noches, primaveras y otoños, en cuyo alternarse infinito se divide la continuidad del tiempo.
En ciertos períodos la nación se aduerme dentro del país. El organismo vegeta; el espíritu se amodorra. Los apetitos acosan a los ideales, tornándose dominadores y agresivos. No hay astros en el horizonte ni oriflamas en los campanarios. Ningún clamor de pueblo se percibe; no resuena el eco de grandes voces animadoras. Todos se apiñan en torno de los manteles oficiales para alcanzar alguna migaja de la merienda. Es el clima de la mediocridad. Los Estados tórnanse mediocracias, que los filólogos inexpresivos preferirían denominar "mesocracias".
Entra en la penumbra el culto por la verdad, el afán de admiración, la fe en Creencias firmes, la exaltación de ideales, el desinterés, la abnegación, todo lo que está en el camino de la virtud y de la dignidad., En un mismo diapasón utilitario se templan todos los espíritus. Se habla por refranes, como discurría Panza; se cree por catecismos, como predicaba Tartufo; se vive de expedientes, como enseñó Gil Blas. Todo lo vulgar encuentra fervorosos adeptos en los que representan los intereses militantes; sus más encumbrados portavoces resultan esclavos en su clima. Son actores a quienes les está prohibido improvisar: de otro modo romperían el molde a que se ajustan las demás piezas del mosaico.
Platón, sin quererlo, al decir de la democracia: "es el peor de los buenos gobiernos, pero es el mejor entre los malos", definió la mediocracia. Han transcurrido siglos; la sentencia conserva su verdad. En la primera década del siglo XX se ha acentuado la decadencia moral de las clases gobernantes. En cada comarca, una facción de vividores
detenta los engranajes del mecanismo oficial, excluyendo de su seno a cuantos desdeñan tener complicidad en sus empresas. Aquí son castas advenedizas, allí sindicatos industriales, acullá facciones de parlaembalde. Son gavillas y se titulan partidos. Intentan disfrazar con ideas su monopolio del Estado. Son bandoleros que buscan la encrucijada más impune para expoliar a la sociedad.
Políticos sin vergüenza hubo en todos los tiempos y bajo todos los regímenes; pero encuentran mejor clima en las burguesías sin ideales. Donde todos pueden hablar, callan los ilustrados; los enriquecidos prefieren escuchar a los más viles embaidores. Cuando el ignorante se cree igualado al estudioso, el bribón al apóstol, el boquirroto al elocuente y el burdégano al digno, la escala del mérito desaparece en una oprobiosa nivelación de villanía. Eso es la mediocracia: los que nada saben creen decir lo que piensan, aunque cada uno sólo acierta a repetir dogmas o auspiciar voracidades. Esa chatura moral es más grave que la aclimatación de la tiranía; nadie puede volar donde todos se arrastran. Conviénese en llamar urbanidad a la hipocresía, distinción al amaneramiento, cultura a la timidez, tolerancia a la complicidad; la
mentira proporciona estas denominaciones equívocas. Y los que así mienten son enemigos de sí mismos y de la patria, deshonrando en ella a sus padres y a sus hijos, carcomiendo la dignidad común.
En esos paréntesis de alcornocamiento aventúranse las mediocracias por senderos innobles. La obsesión de acumular tesoros materiales, o el torpe afán de usufructuarlos en la holganza, borra del espíritu colectivo todo rastro de ensueño. Los países dejan de ser patrias, cualquier ideal parece sospechoso. Los filósofos, los sabios y los artistas están de más; la pesadez de la atmósfera estorba a sus alas, y dejan de volar. Su presencia mortifica a los traficantes, a todos los que trabajan por lucro, a los esclavos del ahorro o de la avaricia. Las cosas del espíritu son despreciadas; no siéndole propicio el clima, sus cultores son contados; no llegan a inquietar a las mediocracias; están proscritos dentro del país, que mata a fuego lento sus ideales, sin necesitar desterrarlos. Cada hombre queda preso entre mil sombras que lo rodean y lo paralizan.
Siempre hay mediocres. Son perennes. Lo que varía es su prestigio y su influencia. En las épocas de exaltación renovadora muéstranse humildes, son tolerados; nadie los nota, no osan inmiscuirse en nada.
Cuando se entibian los ideales y se reemplaza lo cualitativo por lo cuantitativo, se empieza a contar con ellos. Apercíbense entonces de su número, se mancornan en grupos, se arrebañan en partidos. Crece su influencia en la justa medida en que el clima se atempera; el sabio es igualado al analfabeto, el rebelde al lacayo, el poeta al prestamista. La mediocridad se condensa, conviértese en sistema, es incontrastable.
Encúmbranse gañanes, pues no florecen genios: las creaciones y las profecías son imposibles si no están en el alma de la época. La aspiración de lo mejor no es privilegio de todas las generaciones. Tras una que ha realizado un gran esfuerzo, arrastrada o conmovida por un genio, la siguiente descansa y se dedica a vivir de glorias pasadas, conmemorándose sin fe; las facciones dispútanse los manejos administrativos, compitiendo en manosear todos los ensueños. La mengua de éstos se disfraza con exceso de pompa y de palabras; acállase cualquier protesta dando participación en los festines; se proclaman las mejores intenciones y se practican bajezas abominables; se miente el arte; se miente la justicia; se miente el carácter. Todo se miente con la anuencia de todos; cada hombre pone precio a su complicidad, un
precio razonable que oscila entre un empleo y una decoración.
Los gobernantes no crean tal estado de cosas y de espíritus: lo representan. Cuando las naciones dan en bajíos, alguna facción se apodera del engranaje constituido o reformado por hombres geniales.
Florecen legisladores, pululan archivistas, cuéntanse los funcionarios por legiones: las leyes se multiplican, sin reforzar por ello su eficacia.
Las ciencias conviértense en mecanismos oficiales, en institutos y academias donde jamás brota el genio y al talento mismo se le impide que brille: su presencia humillaría con la fuerza del contraste. Las artes tórnanse industrias patrocinadas por el Estado, reaccionario en sus gustos y adverso a toda previsión de nuevos ritmos o de nuevas formas; la imaginación de artistas y poetas parece aguzarse en descubrir
las grietas del presupuesto y filtrarse por ellas. En tales épocas los astros no surgen. Huelgan: la sociedad no los necesita; bástale su cohorte de funcionarios. El nivel de los gobernantes desciende hasta marcar el cero; la mediocracia es una confabulación de los ceros contra las unidades. Cien políticos torpes juntos, no valen un estadista genial.
Sumad diez ceros, cien, mil, todos los de las matemáticas y no tendréis cantidad alguna, siquiera negativa. Los políticos sin ideal marcan el cero absoluto en el termómetro de la historia, conservándose limpios de infamia y de virtud, equidistantes de Nerón y de Marco Aurelio.
Una apatía conservadora caracteriza a esos períodos; entibiase la ansiedad de las cosas elevadas, prosperando a su contra el afán de los suntuosos formulismos. Los gobernantes que no piensan parecen prudentes; los que nada hacen titúlanse reposados; los que no roban resultan ejemplares. El concepto del mérito se torna negativo: las sombras son preferibles a los hombres. Se busca lo originariamente mediocre o lo mediocrizado por la senilidad. En vez de héroes, genios o santos, se reclama discretos administradores. Pero el estadista, el filósofo, el poeta, los que realizan, predican y cantan alguna parte de un ideal están ausentes. Nada tienen que hacer.
La tiranía del clima es absoluta: nivelarse o sucumbir. La regla conoce pocas expresiones en la historia. Las mediocracias negaron siempre las virtudes, las bellezas, las grandezas, dieron el veneno a Sócrates, el leño a Cristo, el puñal a César, el destierro a Dante, la cárcel a Galileo, el fuego a Bruno; y mientras escarnecían a esos hombres ejemplares, aplastándolos con su saña o armando contra ellos algún brazo enloquecido, ofrecían su servidumbre a gobernantes imbéciles o ponían su hombro para sostener las más torpes tiranías. A un precio: que éstas garantizaran a las clases hartas la tranquilidad necesaria para usufructuar sus privilegios.
En esas épocas del lenocinio la autoridad es fácil de ejercitar: las cortes se pueblan de serviles, de retóricos que parlotean pane lucrando, de aspirantes a algún bajalato, de pulchinelas en cuyas conciencias está siempre colgando el albarán ignominioso. Las mediocracias apuntálanse en los apetitos de los que ansían vivir de ellas y en el miedo de los que temen perder la pitanza. La indignidad civil es ley en esos climas.
Todo hombre declina su personalidad al convertirse en funcionario: no lleva visible la cadena al pie, como el esclavo, pero la arrastra ocultamente, amarrada en su intestino. Ciudadanos de una patria son los capaces de vivir por su esfuerzo, sin la cebada oficial. Cuando todo se sacrifica a ésta, sobreponiendo los apetitos a las aspiraciones, el sentido moral se degrada y la decadencia se aproxima. En vano se busca remedios en la glorificación del pasado. De ese atafagamiento los pueblos no despiertan loando lo que fue, sino sembrando el porvenir.
EL HOMBRE MEDIOCRE . JOSÉ INGENIEROS
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